¿Tu nube te domina o la dominas tú? El valor real de una gestión de la nube profesional
Las nubes públicas están gestionadas por proveedores especializados, como acens, que se encargan de toda la infraestructura física: servidores, almacenamiento, red y el funcionamiento diario de los centros de datos. Sin embargo, bajo el modelo de responsabilidad compartida, la empresa debe gestionar sus propios recursos y aplicaciones, a menudo apoyándose en herramientas de gestión de terceros.
¿Qué es realmente la gestión de la nube?
La gestión de la nube es el conjunto de tareas y herramientas necesarias para controlar y administrar servicios, aplicaciones e infraestructuras de cloud computing, tanto en nubes públicas y privadas como en entornos híbridos y multinube.
Su objetivo es aportar visibilidad total sobre:
- Rendimiento: ¿Funcionan las aplicaciones a la velocidad adecuada?
- Costes (FinOps): ¿Estamos pagando solo por lo que usamos?
- Seguridad y cumplimiento: ¿Están los datos protegidos y cumplen con la normativa (RGPD, etc.)?
A día de hoy, las aplicaciones pueden estar repartidas entre nubes públicas gestionadas por un proveedor externo, cloud privada, entornos híbridos que combinan ambas y arquitecturas multinube que trabajan con varios proveedores a la vez. Sin una gestión centralizada, el ecosistema cloud puede volverse caótico: datos dispersos, «nubes en la sombra» (Shadow IT) y presupuestos que se disparan por recursos infrautilizados.
¿Cómo funciona la gestión moderna?
La gestión de la nube es la forma en que una empresa controla todo lo que tiene en un entorno cloud: servidores virtuales, almacenamiento, redes y aplicaciones. La gestión empieza al contratar con un proveedor cloud, como es acens. Después se ponen en marcha los servicios y se monitoriza el uso de CPU, memoria, red y almacenamiento para detectar cuellos de botella o fallos. Para que el trabajo sea automático, se configuran alertas que avisen al equipo de TI cuando ocurre algún tipo de anomalía. Las tareas repetitivas, como ampliar recursos si sube la demanda, se resuelven casi en tiempo real sin intervención manual.
Los clientes de nube pública suelen elegir entre tres formas básicas de contratar recursos:
- Autoaprovisionamiento: la empresa entra en la consola o panel del proveedor, activa por sí misma los servicios que necesita y paga en función del consumo de recursos.
- Aprovisionamiento reservado: el cliente acuerda de antemano una cantidad fija de recursos (por ejemplo, cierta capacidad de CPU o almacenamiento) que el proveedor deja preparada. Se paga una cuota fija, normalmente mensual.
- Aprovisionamiento dinámico: los recursos se encienden y apagan en función de la demanda. Cuando hace falta más potencia, se asigna; cuando baja la carga, se libera. Se paga estrictamente por el consumo realizado.
Una gestión de la nube competente tiene que ser capaz de cumplir varias funciones, como crear, modificar y eliminar servidores, bases de datos o contenedores, además de coordinar flujos de trabajo y cargas de trabajo entre distintos servicios. También debe poder llevar a cabo la automatización, que permite desplegar aplicaciones y configurar infraestructuras casi “a botón”, usando conceptos como infraestructura como código y prácticas DevOps. También la parte de seguridad y cumplimiento: gestionar accesos por roles, aplicar políticas de seguridad y asegurarse de que la configuración cumple la normativa interna y externa.
Hoy en día, la gestión se apoya en la automatización y la IA (AIOps) para detectar anomalías y aplicar políticas de Infraestructura como Código (IaC). Esto permite desplegar entornos complejos en minutos y con menos errores humanos.
Otra pieza importante es la gestión de solicitudes: que los equipos puedan pedir nuevos recursos de nube y que el sistema los despliegue siguiendo reglas predefinidas, sin depender siempre de TI. A eso se suma la monitorización y el registro, que consiste en recoger métricas de rendimiento y disponibilidad, guardar logs y automatizar alertas e incidencias. La herramienta también debe llevar un inventario actualizado de todos los recursos en la nube y de los cambios que se hacen sobre ellos.
En cuanto a negocio, aquí entra en juego la gestión de costes: hacer seguimiento del gasto, detectar recursos infrautilizados, ajustar capacidad y rendimiento a la demanda… además, una gestión completa de la nube debe incluir copias de seguridad y planes de recuperación ante desastres.
Con esta gestión, los equipos internos consiguen centrarse en lo que realmente aporta valor al negocio: desarrollar productos, innovar, etc. Esa es, en última instancia, la esencia de la gestión de la nube: pasar de “tener cosas en el cloud” a dirigir una estrategia cloud flexible, segura, eficiente y preparada para crecer.
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